lunes, 19 de junio de 2017

Piporro






Atiendo gustoso la propuesta de Quimerista. Empiezo por la respuesta concreta: Piporro sí es Dios, de eso no me queda ninguna duda. Crecí con su música y hasta la fecha la sigo escuchando. En mi caso, toda borrachera que aspire a mínimos estándares de calidad, suele incluir siempre una buena dosis de Piporro. En mi mueble de cds, junto a los discos de Maiden, Sabbath y Slayer, podrá usted encontrar algunos ejemplares del gran señor de Los Herreras Nuevo León.
Provengo una familia muy aficionada a la música. Eso de comprar discos cada semana no me nació por generación espontánea. En casa había cientos de discos de cuanta banda se pueda usted imaginar. Yo crecí escuchando a los Moody Blues (la banda favorita de mi madre), a Doors, a Carpenters, a Led Zeppelin, a Antonio Aguilar, a Cuco Sánchez y sobre todo, pero sobre todo, al Piporro, que fue uno de mis preferidos desde que yo era muy pequeño, pues ningún cantante era capaz de hacerme reír tanto.

La música de Eulalio González fue uno de los primeros soundtracks de mi infancia. Recuerdo incluso cuál es la primera de sus canciones que canté en mi vida: Don Baldomero. Venía en un disco chiquito, de esos de 45 revoluciones. Lado A Don Baldomero, el hombre rico del pueblo al que un vaquero le robó en un baile a su tesoro más preciado: su hija menor. Luego de salir con una tropa armada hasta los dientes, Don Baldomero acaba por abrazar al vaquero que lo convirtió en abuelo, si bien se cuida de advertirle que si el primero es niño, el nieto tendrá toda su herencia, pero si es niña...dámele otra oportunidad vaquero. En el lado B aparecía una extraña canción, atípica del Piporro, llamada El traje negro.
También me gustaba mucho Hombres de delito: Yo traiba las manos frías, y no había ningún brasero, yo las meto donde sea aunque me, lleve dinero.
 Los de Piporro eran casetes infaltables en carretera. Cuando era niño (buuuu, ya llovió) viajábamos mucho en una combi que tenía mi padre, misma que estaba adaptada con una cama. Recuerdo la larga carretera a Cuauhtémoc Chihuahua o las idas a Saltillo, la Isla del Padre o los infaltables ranchos de fin de semana escuchando Arnulfo González, Rosita Alvirez, El Traga balas, Ojos de Pancha, Natalio Reyes Colás, El terror de la Frontera y tantas más

Debe haber sido la noche del 15 de septiembre de 1984 o 1985 la primera vez que escuché en vivo al Piporro. Fue en la Plaza Zaragoza, frente al Palacio Municipal de Monterrey, en una celebración de Grito de Independencia. Había miles y miles de personas congregadas en la plaza y desde la lejanía tan sólo alcanzaba a ver una silueta de chaleco de barbas y sombrero que bailaba El Taconazo.
Lo recuerdo muy bien. Fue la noche del 21 de septiembre de 1992. Celebrábamos el cumpleaños 34 de mi tío Agustín cuando se sentó en nuestra mesa uno de sus más queridos amigos: El mismísimo Eulalio González. Vestido con un elegante saco de vaquero y sin sombrero, el Piporro compartió la velada con la familia. Persona fina, sencilla, con esa franca amabilidad de los pueblos de Nuevo León, el Piporro tuvo que ceder a las insistentes peticiones de los invitados y aceptó cantar a capela Rosita Alvírez. Es cierto, los años ya se le reflejaban en la voz, pero no perdió ni un ápice de gracia a la hora de improvisar frases chistosas. Recuerdo que mi amigo Otto de la Garza no resistió la tentación de pedirle le autografiara aunque fuera una servilleta. Don Eulalio accedió amablemente y le regaló lo que al principio me pareció una extraña firma, aunque al analizarlo con detenimiento, me pude dar cuenta que era un improvisado auto retrato: Un dibujo en pluma de la cara del Piporro con sombrero, bigote y paliacate elaborado por él mismo.
Siendo tan aficionado al metal extremo, la gente a menudo pone en duda la autenticidad de mi gusto por la música norteña. La realidad es que desde niño me aficioné a ambos géneros, que considero perfectamente compatibles. Disculpen la modestia, pero soy una de las personas que conozco que más corridos de la Revolución se sabe. Ya no digamos canciones del Piporro. Me se muchísimas y me las se enteras.
Aclaro que en lo que a música norteña se refiere soy muy selectivo. Me gustan sobre todo los corridos revolucionarios, pero no se ningún narco ?corrido. Siento una enorme identificación con las canciones que reflejan el alma de los pueblos de Nuevo León, Coahuila y el centro- norte de Tamaulipas. En cambio, me cuesta mucho trabajo entender y digerir la música de los grupos sinaloenses, que me parece estridente y de mal gusto. ¿Quieren una odiosa comparación que demuestre la absoluta superioridad de la música de Nuevo León y Tamaulipas sobre la de Sinaloa? Escuchen El muchacho alegre cantada por Piporro y compárenla con el bodrio de versión que hizo un patán repugnante y desentonado llamado el As de la Sierra y entonces comprenderán lo que les digo. Nací y crecí en Nuevo León y la vibra sus pueblos encarnada en la música norteña toca lo más profundo de mi alma.

En fin, aquí les va una lista comentada con las mejores canciones de Piporro. El orden de los factores no altera el producto. Todas son excelentes canciones y en honor a la verdad me faltan muchas más.

Top ten del Piporro

1- Natalio Reyes Colás: En Tamaulipas nacido, pelado fino y audaz, del Río Bravo crecido. La historia de Natalio y Petra Garza Benavides es una de las cúspides del romanticismo de la música norteña y una declaración de principios sobre la importancia de los sentimientos sobre el físico (como Petrita, que aunque feita, sí sabe amar) La canción incluye unos minutos de muy buen jazz cuando Natalio conoce a la Pochita y se transforma en Nat King Cole.
2- El Traga balas: Nunca trae hambre cuando ha comido y sólo toma cuando tiene sed, pelado fino, corazón grande, el Traga balas pa servir a usted. Una de las mejores leyendas del Piporro. La bala le entró por el tronco de la oreja y la escupió sin mascar tabaco. Recuerdo que siendo muy niño, yo pensaba que el traga balas era un caballo y no un hombre.
3- Arnulfo González: Que bonitos son los hombres, que se matan pecho a pecho, con su pistola en la mano, defendiendo su derecho. Las razones de Arnulfo González y el Teniente son razones dignas para pelear y morir. También es un sabio consejo sobre la importancia de no confiarte aunque tengas a tu enemigo en el suelo. Me es imposible estar en la plaza de Allende Nuevo León y no pensar en Arnulfo.
4- Rosita Alvírez: Hipólito está en la cárcel, dando su declaración. ¿Pos que hicistes Hipólito? La maté, la maté. Aunque la primera estrofa aclare que la tragedia ocurrió en Saltillo en el año 1900, Piporro aclara que no se sabe si fue en Ramos Arizpe o Músquiz. Aunque la canción es buena, definitivamente lo más chingón de esta canción son los chistes del Piporro. Échenle aire. Pa que decía que le echaran aire, vino el mecánico de la esquina y le puso 30 libras. Murió muy repuesta.
5- Chulas fronteras: De Tijuana a Ciudad Juárez, de Ciudad Juárez Laredo, de Laredo a Matamoros, sin olvidar a Reynosa. Un himno de hermandad entre las ciudades ubicadas en esa franja de 3 mil kilómetros en cuyo extremo occidente habito. Sabio consejo: Con los güeros ganen lana, pero no la han de gastar, vénganse pa la frontera, donde sí van a gozar.
6- El Taconazo: Haga como Doña Lola, mejor baila sola que con Don Pomposo, que siempre carga pistola y también machete es muy afrentoso. Ufff. Hace poco, estando en el Terrazas Vallarta, Carolina y yo le pedimos a un conjunto que tocara esa canción, himno que toca el alma de todos los nacidos en Nuevo León.
7- El Ojo de Vidrio: ¿Forrado con un chaleco? Forrado de mugre, nunca se bañaba, por eso no le entraban las balas, la cáscara guarda al palo. La historia de Porfirio Cadena el Ojo de Vidrio, cuya radionovela aún se transmite en los pueblos de Nuevo León. También me hizo tomar conciencia de que la coralillo es la más peligrosa de las serpientes.
8- Los ojos de Pancha: Quiero ponerle su jardín a Pancha mamá, pero ha de ser con flores amarillas mamá. Con su huída a las pizcas, Pancha motivó el nacimiento de un nuevo género: El rock and roll ranchero.
9- Agustín Jaime: Y un amigo de él, con mala intención, le dio una estocada y en el corazón. Pobre Agustín Jaime. No le hizo caso a su madre en sus consejos sobre la forma de identificar a las malas compañías. Ceja poblada, patilla larga, bigote caído, no le hagas confianza, es mañoso, mañoso.
10- Don Baldomero: Cómo le va? Usted primero puede pasar, le gusta aquí o más allá, donde usted quiera se puede sentar. Imposible omitir la historia del hombre rico del pueblo, la primera canción de Piporro que canté en mi vida, un canto de esperanza para todos aquellos yernos que no gozan del cariño de sus suegros.

Una última curiosidad: ¿Sabía usted que El Piporro fue mi colega de profesión? Sí, aunque usted no lo crea el Piporro trabajó en el Periódico El Porvenir de Monterrey cuando era muy joven y abandonó sus estudios de Medicina.







No hay comentarios:

Publicar un comentario